lunes, 26 de junio de 2017

CUANDO LOS MÉDICOS SE ENFERMAN (9) QUIMIOTERAPIA Y ACTIVIDAD FÍSICA

CUANDO LOS MÉDICOS SE ENFERMAN (9)
QUIMIOTERAPIA Y ACTIVIDAD FÍSICA


N.E. Este es el noveno post de una serie de aproximadamente quince publicaciones que estaré realizando en torno al cáncer de mama y mi experiencia como paciente y médico. El primer post lo encuentra en "Cuando los médicos se enferman (1) [0] "




Cuando fue el momento de iniciar la quimioterapia,  Sandra Ximena Franco, mi oncóloga,  me dijo  que debía tener actividad física regular, pero volvió a insistir en que debía ser indulgente,  hacer la actividad de acuerdo al nivel de energía que tuviera  sin exigirme más de la cuenta.



Yo tenía planeado todo un esquema de caminatas largas a buen ritmo,  pero la realidad fue otra.



Después de la primera aplicación,  me sentía caminando de modo inestable.  Como si estuviera caminando en gelatina. Empecé a caminar más despacio de lo normal y con momentos de descanso frecuentes.  También sentía que me faltaba el aire,  me costaba trabajo respirar.


Cualquier tropezón y sabía que me iba a ir al piso.



Un día estábamos con Diana en sala de espera donde la oncóloga  y entró una mujer,  sin pelo, obviamente en medio de quimioterapia, con muletas y con una  pierna enyesada... Diana me dijo: "terrible estar en medio de la quimioterapia y encima fracturarse" y yo le dije:  con esta inestabilidad permanente al caminar,  debe ser más frecuente de lo que uno se imagina.



Tuve que poner una silla plástica en mi ducha,  la usé para darme puntos de apoyo y no caerme o resbalarme.



El aire fresco en el parque me disminuyó de modo considerable las náuseas y el mareo, pero llegar al parque era toda una odisea.



El 90% de las visitas al parque las hice con Samuel, íbamos lentamente, sin afanes, parecíamos dos viejitos caminando cogidos de la mano.



En una visita que hice al Dr. Santiago Rojas [1] (en una próxima entrada hablaré de estas consultas),  me dijo que un problema que teníamos las mujeres era que queríamos hacer todo rápido y al mismo tiempo. Me preguntó: "Cuál es el problema de hacer una cosa y descansar un rato,  luego otra y volver a descansar?"  Obviamente esa era la solución.



Yo misma me encargué  de ir a radicar mis incapacidades, lo que implicaba una caminata de 15 cuadras,  que en otro momento me tomaría 15 minutos,  en este periodo me tardaba un poco más de una hora.



Así que el día de la aplicación de quimioterapia no caminaba nada, los dos días siguientes caminaba pero dentro del apartamento para evitar el sol porque era cuando estaba más roja mi cara y quería evitar manchas en la piel que fueran permanentes y el cuarto día iba hasta el parque en la tarde-noche.  A partir del quinto día me obligaba a salir mínimo dos veces al día. 



Con la primera fase de la quimioterapia el gran problema fue lo que ya dije,  la inestabilidad, la sensación de piernas muy débiles.   En la segunda fase de la quimioterapia se suman los  calambres y dolores musculares.



En mi casa tengo una elíptica e intenté utilizarla pero  fue imposible,  me ahogaba solo con subirme.


Adicional  al cansancio y a la sensación de dificultad para respirar, se  sumó la sudoración excesiva,  cualquier ejercicio me hacía sudar de modo abundante... y para rematar el sudor  hacía que la piel me picara de modo indescriptible.



Hace unos días estaba en el Country esperando que me llamaran para mi terapia,  de pronto se abrió el ascensor y bajó una mujer joven, con una pañoleta marrón en la cabeza, la cara redonda y pálida,  los párpados inflamados,  no tenía cejas ni pestañas,  por unos segundos nos miramos a los ojos, nunca en la vida nos habíamos visto,  ella sin dejar de mirarme me dijo: “hace cuánto terminaste?” y yo le contesté: hace dos meses.  Me dijo: “o sea que todavía tengo esperanza?” y le dije con sinceridad: Claro que sí,  esto es duro,  pero se puede salir al otro lado.  Sonrió y se fue.


Es increíble como puedo empezar a reconocerme en los ojos de alguien más.  Como puedo sentir  su dolor, su tristeza, su impotencia y su desesperación.


No tengo claro cuándo di el paso definitivo que me sacó del terreno del dolor y me puso en el nuevo territorio  del “todo es posible”,  ahora puedo sonreír y siento que puedo lograr lo que yo quiera.




Ese día que la vi a ella,  recordé cuando le dije  a Samuel en medio de una de nuestras caminatas:



Yo no me voy a morir de esto, no te preocupes.



Esa fue mi declaración.  Esa misma declaración me mantuvo fuerte y centrada.


El Dr. Santiago Rojas  me hizo entender que el cáncer era un maestro de vida y yo decidí  aprender,  yo decidí  como llevar mi tratamiento y lo estoy haciendo.  Es un camino duro,  para valientes,  es un camino que es propio.

El ejercicio?  Claro que es importante,  pero es más importante aceptarse como una persona con cáncer que ha decidido  asumir el tratamiento,  con todo lo que implica. Aceptarse con el cansancio,  entender que caminar lento no es un signo de debilidad,  es un momento de la vida.  No hay nada que demostrarle a nadie,  no es una competencia.  Me atrevo a decir que este cáncer  ha sido para mí un motivo para reflexionar y conocerme  profundamente.   Ese también es un tipo de ejercicio.


Con Diana y Viena decidimos que el próximo año vamos a hacer el camino de Santiago de Compostela[2],  lo decidimos durante las sesiones de quimioterapia,  así que ya nos estamos organizando,  cuando lo digo suena increíble,  no les parece? Hace solo unas semanas me costaba  un esfuerzo sobrehumano caminar 4 cuadras,  hoy estoy planeando caminatas de 20 kilómetros diarios en un territorio desconocido…  pero esa es la vida, momentos difíciles que nos dan la oportunidad de fortalecernos e ir más allá.


Hoy puedo decir que soy fuerte.


Y para todos los que me han preguntado por mi pelo...



[0]   Cuando los médicos se enferman (1) 
[1]   Entrevista con el Dr. Santiago Rojas
[2]   Camino de Santiago de Compostella




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