sábado, 26 de agosto de 2017

CUANDO LOS MÉDICOS SE ENFERMAN(FINAL) CERRANDO EL CICLO

CUANDO LOS MÉDICOS SE ENFERMAN(FINAL)
CERRANDO EL CICLO


N.E. Este es el último  post de una serie de publicaciones que realicé en torno al cáncer de mama y mi experiencia como paciente y médico. El primer post lo encuentra en "Cuando los médicos se enferman (1) [0] "


Bueno…  todavía me acuerdo que era un jueves 4 de mayo,  cuando tomé la decisión de empezar a escribir y publicar estos capítulos que titulé “Cuando los Médicos se enferman”.

Muchas personas siguen preguntándome el motivo y es que todos los que me conocen saben que soy una persona reservada,  así que estas publicaciones los sorprendieron.

Vuelvo a decir que escribo principalmente porque quiero   que todos esos sentimientos,  emociones, pensamientos,  que estaban dentro mío,  salgan y no se queden dando vueltas y haciendo estragos.  También creo firmemente que a alguien le puede servir leer estas palabras que fueron escritas con toda la honestidad.

Una mujer a la que admiro mucho y quien también tuvo cáncer de seno, me dijo: “Solamente alguien como tú puede tomar algo tan feo como esta enfermedad y convertirlo en algo hermoso”. 

Este blog me ha servido  adicionalmente para reencontrarme con personas que han sido importantes a lo largo de mi vida y con quienes  había perdido el  contacto,  fue agradable tener noticias  de ellos,  Mafe me dijo: “Sabía que un día iba a leer algo que tu escribieras…  pero no me imaginé que esto sería lo primero”.  Mauricio me dijo: “Acabo de leer un blog con tu nombre… estoy preocupado…  pero quiero que sepas que si en algo te puedo ayudar aquí estoy”  Y ha estado.
Y cómo no mencionar la profunda emoción que me causó leer lo que me escribió Vivian? ella  me dijo: "Gracias profe...esto si es ser médico. Decidí mi vida como médico familiar por haberte conocido". Muchas gracias a ti Vivian.

También restablecí mi comunicación con Gloria y Natalia, mujeres increíbles que desde la distancia me mandan su apoyo y su amor.

Hoy llegó el momento de  hacer un cierre,  a lo largo  de estas semanas he compartido mi experiencia como paciente diagnosticada con cáncer de seno, les dije como socialicé mi diagnóstico con mi familia, mis amigos, mis mascotas, mis compañeros de trabajo y con ustedes.  También les conté como se hizo el diagnóstico y  cada una de las fases del tratamiento, pasando por la quimioterapia,  la cirugía,  la radioterapia,  medicina integrativa y ahora estoy en hormonoterapia, compartí con Ustedes todos mis cuidados, les hablé ampliamente del equipo médico que me guió con paciencia y profesionalismo en todo este proceso, no solo para manejar el cáncer, sino para  llevarme a ser una paciente.

Hoy domingo  con la luz del atardecer puedo decir que  soy una persona diferente  a la que era  hace un año,  porque si miro hacia atrás e intento describirme,  podría decir que era una doctora ocupada,  que dedicaba  la mayor parte del tiempo  al trabajo,  creía que tenía definido un camino,  con un esposo y con unos proyectos en común.  Vivía día a día con esa sensación de cumplir con lo que me había propuesto.

Pero llegó a mi vida el cáncer,  como ese ser inesperado y desagradable que se aparece  por la casa,  sin avisar,  solamente está ahí  y uno tiene que hacer algo.

Y lo hice,  tomé la decisión de  hacer el tratamiento  que me indicaban,  tomé la decisión de erradicarlo de mi vida, tomé la decisión de respirar profundo, levantar la cabeza y caminar hacia delante.

Pero el cáncer y el tratamiento no solo impactaron mi vida en el área de la salud,  el impacto fue  gigantesco en todos mis espacios,  ahora  soy diferente.

Lo he dicho en capítulos anteriores y lo retomo aquí,  ahora soy una persona diferente,  mis prioridades cambiaron,  me siento más receptiva,  más fuerte, puedo tomar decisiones más rápido,  puedo aceptar el dolor  cuando me despido de alguien que ha sido importante para mí y a la vez puedo  dar la vuelta y seguir mi camino  con una sonrisa.

Puedo verme al espejo, reconocerme y aceptarme.

Tengo proyectos nuevos,  tengo grandes sueños y ahora creo que todo es posible.

Un día el Dr. Santiago Rojas  me dijo que al ver  mi nueva sonrisa yo le recordaba la frase: “Esta mañana me levanté y no sabía qué ponerme…. Así que decidí ponerme Feliz”
Luego giró, me miró a los ojos y me dijo: “El lío sería que se te olvidara”

Así que hoy pienso  que no se me ha olvidado,  yo tengo la obligación de ser feliz,  el resto es secundario.

Voy a decir algo que va a sonar a paradoja,  pero es la realidad, hoy estoy físicamente más sola,  pero emocionalmente más sana y completa.

Así es la vida,  toca  aprender con las experiencias porque  a lo largo del tiempo uno entiende que debe vivir y disfrutar el presente,  ya no puedo hacer nada con lo  que me ocurrió meses atrás  y no puedo adivinar  mi futuro.  Es hoy el día  que debo vivir a plenitud,  sin dudas y sin temores,  preparándome con una sonrisa cada mañana, agradeciendo  la claridad del día y la oportunidad de  seguir creciendo.

Hoy estoy cerrando mi ciclo de cáncer,  pero  debo agradecer el haber tenido las herramientas internas necesarias para salir adelante e indudablemente agradecer la gigantesca ayuda que recibí  a lo largo de estos meses.

Primero lo primero, arranco agradeciéndole a Diana,  mi hermana,  estuvo conmigo  todo el tiempo, siempre con fuerza,  con una palabra amable,  con toda la disposición,  este proceso no lo hubiera podido vivir del mismo modo sin ella.  Durante estos meses nos conocimos  más de lo que nos habíamos conocido a lo largo de la vida. Hace poco le dije “Yo nunca podré terminar de agradecerle lo que ha hecho por mi” y ella me respondió: “Gracias??  Yo soy la que debe darle las gracias por haberme permitido estar cerca y haberme permitido conocer a la persona más valiente”.  Ella no tuvo reparo en dedicarme todo el tiempo del mundo,  toda la energía,  quedarse conmigo  hasta tarde,  los domingos y los festivos,  siempre llegaba con una sonrisa energética,  dispuesta a todo, a hablar cosas serias y a hablar  trivialidades o a levantarme el ánimo en los  peores momentos.  Un día le dije: “Ayer estuve un poco triste” y me contestó: “Y por qué no me dijo?  Yo no estoy solo para los días buenos,  hablar  en esos momentos tristes,  así sea bobadas,  ayuda…” Y ayudó más de una vez.
Obviamente no puedo  agradecerle a Diana  y dejar de agradecerle a Ana María, a Juan Felipe y a John,  que estuvieron pendientes de mí,  pero además  me permitieron robarles a la mamá y a la esposa.  Ellos sacrificaron todos los tiempos que normalmente comparten con Diana,  para  que yo tuviera esa gran escudera a mi lado. 

A Viena,  Kazys, Andrius y Laima, quienes estuvieron conmigo, pendientes,  protegiéndome,  dándome la mano en todo momento,  por ejemplo los abrazos  largos y fuertes de Andrius los llevaré siempre en mi corazón,  son reconfortantes,   las tortas de Kazys y las horas vespertinas compartidas.   De verdad agradezco cada frase, cada mensaje,  cada té saboreado, todas las rosquitas de arroz, todas esas cosas fueron fundamentales para mí. Me encanta verlos felices descendiendo la muralla china en tobogán. 

Margoth, Jenny, Francisco, Diego, Mariana,  estuvieron también  cerca,  llamándome,  escribiéndome,  pendientes a cada paso,  integrándome en sus oraciones,  fueron  muy especiales conmigo.

Hoy recuerdo  un domingo  en  la mañana  que me puse a ver por televisión la  maratón de New York  y me quedé dormida,  de pronto me despierto  y Andrés me dice que hay alguien en la sala,  salgo medio dormida y veo a Danilo parado al pie de mi chimenea,  me acerqué a saludarlo y fue como abrir una compuerta, nos abrazamos y lloramos  largamente, esas lágrimas salían del corazón,  yo me sentí nuevamente como cuando era una niña,  él  repetía una y otra vez: “Vamos a salir de esto… vamos a salir de esto”.   Laura, Valentina y Andrés miraban la escena como unos espectadores sorprendidos y conmovidos a la vez.   Danilo ha estado conmigo,  me ha acompañado  y me ha dado fuerza.  También muchas gracias.  Laura  ha seguido pendiente de mi proceso y me dejó claro que ella piensa que yo soy “una guerrera” con esa Fiona y su bebe, muchas gracias.

Naty,  Clara y Javier,  estuvieron siempre pendientes, siempre llamando,  aconsejando, escribiendo, me felicitaban con cada etapa superada y eso también me ayudaba a seguir adelante,  muchas gracias.

Jairo, Juan Diego, Clarena y María José siguieron mi proceso,  me apoyaron y me escucharon.  Siempre hubo frases amables, recomendaciones  y  muy buena energía.

Samuel, Galatea y Felicia,  estuvieron  conmigo físicamente,  desde su comprensión de la situación, estuvieron ahí, pendientes.  Pero no fue solo la compañía, fueron un motor,  fueron el motivo muchas mañanas para levantarme, bañarme, vestirme y salir.   Ellos  me impulsaban y  hoy lo siguen haciendo, siguen siendo mis hermosos peludos,  hoy mientras escribo Samuel está acostado a mis pies, Galatea está en mis piernas y Felicia me mira desde lo alto de un mueble con su mejor expresión de tigre.

Alguna vez leí que los amigos son  esa familia que uno escoge,  mis amigos fueron  un soporte gigante durante estos meses  y hoy solo puedo decirles gracias de todo corazón: A Tati  que  estuvo en cada aplicación, escuchándome,  comprendiéndome,  enseñándome a tejer, estando a mi lado, reconstruyendo y fortaleciendo una amistad que habíamos dejado de lado a lo largo de los años, para hoy sentir que nuevamente somos grandes amigas.  
A Claudia  que con  esa disponibilidad y paciencia,   estuvo ayudándome,  tranquilizándome,  fue mi amiga/médico de cabecera, hoy no dudo en llamarla, en contarle mis problemas y mis aciertos,  siempre me escucha y me acoge, como me dijo recién le conté mi diagnóstico : “Monik, nosotras somos hermanas” y es verdad eso es lo que somos. 
A Sandra que estuvo siempre  pendiente,  escribiendo y llamando,   dispuesta a  ayudar y a hacer lo que fuera necesario, ella que fue la encargada de hacerme un diagnóstico temprano y de ese modo me dio  la oportunidad de escribir esta historia hoy.  
A Dolka que estuvo cerca en la distancia,  que me hizo reír,  fue comprensiva, amable y  siempre tuvo esos toques de ternura en el momento preciso.
A Daniel quien con su seriedad y sus palabras escasas,  estuvo pendiente, un día le envié un mensaje de voz y  me contestó emocionado que le gustaba oírme,  porque de ese modo sabía que estaba todo bien,  ese día  entendí la angustia  que se puede sentir al saber de la enfermedad de alguien cercano pero no poder estar físicamente presente.
A Chiqui  que fue un guía un tanto silencioso pero siempre preciso, con él siempre pude validar  las cosas cuando me sentía confundida. 
Y Todo hubiera sido abrumador sin la orientación de Adriana,  siempre estuvo presente ayudándome en toda esa parte operativa que cuando uno la desconoce puede ser enredada,  pero a su lado y con su ayuda todo fluyó magníficamente, fue mi apoyo en el sistema de salud, mil gracias.

En mi trabajo estuvieron  siempre escribiéndome, llamándome, enviándome obsequios y brindándome su apoyo, gracias.

Cenaida tuvo mucha paciencia conmigo, estuvo pendiente de ayudarme en cada paso,  me ayudó haciendo trámites y también estando a mi lado.

Colmédica fue un respaldo poderoso,  me ayudaron siempre de modo oportuno.

Y al equipo Médico?   Qué puedo decir?   Son los mejores profesionales que uno puede desear,  me dieron mucho más de lo que yo esperaba.  Siempre estuvieron un paso adelante.   A la Dra. Sandra Franco  que con su profesionalismo, su paciencia  y su sonrisa,  me guió  con mano firme en la etapa más difícil de mi vida, le envío mi agradecimiento.  A todo el equipo de la unidad de quimioterapia,  que estuvo siempre dispuesto, mil gracias.  Al  Dr. Armando Gaitán que fue mucho más allá  de la radioterapia,  fue un ser humano acogedor y amable, mil gracias.    Al Dr. Santiago Rojas, quien con su mirada suave y con sus frases duras ha logrado llevarme entera al otro lado,  gracias.   Y  al Dr. Robledo que ha sido  mucho más que un doctor, mucho más que un maestro del cáncer, ha sido esa  tabla salvavidas que uno espera encontrar en medio de un mar profundo, oscuro y desconocido… Gracias a él que me llevó a cada uno de los otros profesionales, me mostró el camino y me fue ayudando a armar este rompecabezas tan complejo.  

Cada noche  yo preguntaba: “Todo va a estar bien?” y Andrés contestaba: “Todo va a estar bien” Hoy  debo agradecerle  haberme acompañado con paciencia, haberme ayudado y  haber soportado toda la cotidianidad de la enfermedad y del tratamiento.  Estuvo conmigo en los momentos difíciles y  me brindó su hombro,  me protegió cuando me quise aislar y me empujó cuando fue necesario. El estuvo ahí.  Como dijo Cerati alguna vez: “Gracias…. Totales”.

Obviamente antes de cerrar,  solo me resta agradecerles a Ustedes,  por haber leído pacientemente estos capítulos,  yo se que estas líneas pueden contener muchos errores, pero a Ustedes no les importó,  siguieron leyendo,  mandándome mensajes,  personas que conocía, pero también personas de  países lejanos…  mi más sincero agradecimiento.

Ante la pregunta  que me hicieron hace unos meses:  “Qué canción te gustaría estar oyendo en el momento de morir?”  contesté rápidamente: “Creep”,  ya saben…  la de Radiohead.  Es una de mis grandes favoritas y seguirá siéndolo,  un tanto desgarradora, visceral  e inmensamente profunda … Pero seguí pensando en la pregunta,  así que  llegué a otra conclusión,   una decisión más madura, pero sobretodo una decisión tomada conociéndome hoy mucho más de lo que me conocía hace unos meses…  me gustaría estar oyendo “My way”  la versión de Elvis Presley,  esa es mi respuesta ahora.  Esa es mi declaración,  es reafirmarme en que he reído, he amado, he llorado y  no necesito que alguien me valide,  yo sola soy consciente de mis errores,  soy consciente de lo que he vivido, de lo que he aprendido, soy consciente que soy quien soy porque yo quiero serlo,   Así que finalmente le agradezco a la vida que me haya permitido vivir ... a mi manera… 

Muchas gracias

Mónica

domingo, 20 de agosto de 2017

CUANDO LOS MÉDICOS SE ENFERMAN(17) LA RADIOTERAPIA

CUANDO LOS MÉDICOS SE ENFERMAN(17)
LA RADIOTERAPIA


N.E. Este es el diecisieteavo  post de una serie de  publicaciones que estaré realizando en torno al cáncer de mama y mi experiencia como paciente y médico. El primer post lo encuentra en "Cuando los médicos se enferman (1) [0] "



En  el control post-operatorio que tuve con el Dr. Robledo,  me dijo que ya tocaba ir cuadrando la parte de la radioterapia,  siempre que hacen cirugías conservadoras para cáncer de seno, deben complementar el tratamiento con radioterapia para disminuir las reapariciones del tumor.


Me entregó una orden con tres nombres de radioterapeutas para que fuera agendando la cita,  pero  igual tocaba esperar a  cicatrizar un poco mejor antes de empezar a irradiar.

De la lista, escogí al Dr. Armando Gaitán para mi radioterapia,  es un hombre acogedor, amable,  siempre sonriente, usa unos tirantes coloridos y hermosos. 

Tiene ubicado  su consultorio al respaldo de la Clínica del Country,  en esa primera consulta como siempre estuve nerviosa, no sabía que esperar, Claudia mi amiga me había dicho que  era una evaluación sencilla,  así que cuando entré y lo conocí me sentí  como si estuviera en un ambiente gratamente conocido. 

El consultorio es amplio, con una gran ventana por donde entra el sol rojizo de la tarde y  como está en un piso alto puedo ver las azoteas de los edificios vecinos y unos cuantos árboles salpicados entre las construcciones.  Dentro del consultorio, en una esquina, tiene un hermoso arbolito, lleno  de pequeñas mandarinas,  no puedo evitar preguntarle si el árbol es real o si es solo una decoración,  me mira por encima de las gafas y me dice: “Aquí todos somos reales”,  me hace reír.

El Doctor me hace una historia minuciosa,  ya estoy acostumbrada así que llevé mi carpeta, revisó examen por examen,  registró todo.  Incluso me tomaron una foto y la pusieron en  mi historia.

Ese día todavía estaba usando mi pañoleta para cubrir la cabeza, así quedé en la foto.

Me examinó,   dijo que  ya podíamos empezar la radioterapia,  me explicó que no voy a sentir muchas cosas  en esta parte del proceso, pero la piel de mi axila y de mi seno derecho van a ir cambiando por efecto de la quemadura,  se va a tornar oscura y lo más importante: No puedo aplicarme nada en la piel,  nada,  ni cremas, ni lociones,  ni aloe vera,  nada de nada,  me explica que estos productos cambian la textura de la piel y adicionalmente con la radiación sumada,  pueden empeorar la quemadura. Voy a recibir  16 sesiones de radioterapia,  una diaria y  al final  4 sesiones adicionales dirigidas.

Lo primero es hacer un TAC de simulación,  que fue un examen sencillo,  en el cual  determinan las coordenadas exactas para poder programar la máquina en la que voy a recibir la radioterapia.

Cuando el Doctor tuvo ese resultado que se demoró sólo un día,  me citó para la primera radioterapia,  todas fueron en el Country,  el mismo Doctor  estuvo  conmigo en el lugar, me acomodó en la máquina,  ajustó todo,  dio varias indicaciones a los técnicos  y arrancamos.

Yo estaba asustada,  pero  las sesiones no se demoraron ni dos minutos,  la primera sesión se demoró  solo lo de cuadrar los parámetros, pero  para las siguientes ya todo estaba perfectamente programado.

Las radioterapias son el sótano de la unidad de oncología del Country,   el ambiente que se vive ahí dentro es un poco “industrial”, como viendo una película futurista,  con pisos   pulidos, paredes muy gruesas,  sillas fuertes,  techos altísimos, ni una sola ventana,  todos los aparatos dan la sensación de ser de acero,  las puertas son muy pesadas y hay  pequeños bombillos rojos que se prenden y se apagan enviando señales de cuando arrancan las radiaciones.

El personal que trabaja allí es  profesional y tranquilo,  como son sesiones tan rápidas,  el volumen de pacientes es mayor,  pero aún así  mantienen  muy buenos estándares.

Cada tarde me daba un baño con agua fría, me ponía ropa cómoda, un par de tenis y alistaba la bata azul desechable que me tenía que poner en la sesión.  Le daba un beso a Samuel, otro a Galatea y otro a Felicia,  les decía: Ya nos vemos y se quedaban mirándome intrigados.

Caminaba hasta la Unidad de Oncología, bajaba las escaleras al sótano,  me sentaba al lado de otras personas que estaban esperando  sus respectivas sesiones,  como en otras ocasiones tomé la decisión de aislarme en mis pensamientos,  algunos de ellos si optaban por compartir sus experiencias.

Cuando me llamaban a mi sesión, ya en la sala oscura, fría, en la máquina de radioterapia, acostada en una superficie metálica,  con mi brazo derecho extendido detrás de mi cabeza, con mi cara girada hacia la izquierda e intentando no moverme ni un centímetro,  pensaba en lo que ya había recorrido en este proceso,  ahí acostada contaba en mi cabeza los días que faltaban, porque ya no estaba midiendo el tiempo en meses, sino en días, sentía que me acercaba al final del recorrido.

Supongo que para suavizar un poco el lugar,  en el techo de la sala de radioterapia hay una imagen luminosa de unas  flores amarillas,  yo las miraba y pensaba  en mi mamá,  pensaba en las flores amarillas de mi casa de la infancia y me transportaba a otro tiempo.  No puedo evitar pensar en que hubiera ocurrido si mi mamá viviera,  ella falleció hace 5 años,  pienso en como hubiera sido este proceso mío para ella,  era una mujer fuerte y  especial,  ella afrontó el proceso de enfermedad y muerte de mi padre y de mi hermano,  con valor y entereza,  pero por algún motivo siento que  darle esta noticia mía la hubiera  herido en lo más profundo.   Desde el primer momento la he sentido cerca,  me ha dado fuerza pensar en ella,  a mi modo la he llevado conmigo en este camino.

Durante la Radioterapia el Dr. Gaitán  me  hizo controles semanales, básicamente para revisar la piel y autorizar que siguiéramos adelante,  no hubo problema.

El fue el primero de mis doctores que  me vio sin la pañoleta,  llegué  con mi cabello plateado extra-corto,  me miró por encima de las gafas,  sonrió, puso su mano en mi cabeza y dijo: “Yo sé lo difícil que es para una mujer en este proceso,  salir nuevamente sin pañoleta ni gorro,  eres una valiente y sabes que?  Brillas”.  Luego levantó la carpeta de mi historia,  me mostró la foto tomada unas semanas atrás y dijo: “Qué pasó aquí?  Me la cambiaron, ahora hasta sonríe” y  rió como siempre, de modo honesto y tranquilo.  Miré la foto donde estaba  con mi pañoleta roja,  mi cara redonda y pálida,   una blusa oscura…   tiene razón el Doctor,  soy otra.

Me hicieron mis 20 sesiones sin contratiempos,  la piel sufrió  muchos cambios, sentí dolor tipo picada que me explicaron que era por la quemadura interna,  tomé mucho líquido,  me sentí cansada,   pero  totalmente dispuesta a sacar esta parte de un solo envión.

La última sesión que tuve fue el 5 de Junio,  me despedí  de los técnicos y todos se despidieron con una sonrisa y deseándome suerte.

Salí del sótano,  eran cerca de las 7 de la noche, hacía frío,  había una pequeña llovizna,  me dirigí rápidamente a la primera caneca que encontré y arrojé la bata azul  que me acompañó estas sesiones de radioterapia.  Fue mi forma de decirle gracias y  adiós a la radioterapia,  como un día le dije gracias y adiós a la quimioterapia y como hace unas semanas le dije gracias y adiós al catéter subclavio y como a mi modo me despedí del tumor después de la cirugía.  Cada fase ha tenido momentos dolorosos,  momentos de cambio  y  cada fase me ha llevado a la mujer que soy hoy.

Como siempre llamé a Diana y le conté todo,  me dijo tenemos que celebrar el fin de esta etapa,  me tuve que quedar callada un buen rato por ese nudo en la garganta,  pero si hay alguien que me entiende es ella.

Cuando asistí a la mayor parte de las sesiones de radioterapia,  ya estaba trabajando,  como he dicho muchas veces, soy Médico y  he trabajado  desde hace casi 20 años,  así sea difícil de creer esta fue mi primera incapacidad. 

Así que reintegrarme al trabajo también ha sido un proceso duro, muy duro, no lo esperaba de este modo, pero ahora lo entiendo, yo detuve mi parte laboral  y dediqué todo mi tiempo y mi energía  a mi salud y a mi recuperación y el trabajo siguió, la vida siguió y  yo no me arrepiento de haberlo hecho de este modo,  pero ahora el ajuste ha sido complejo.  Las piezas se han reacomodado en todo este tiempo y a mi me toca ver si puedo encajar…  o que debo hacer.

Hubo un almuerzo donde Diana y en esta ocasión  el motivo fue celebrar cumpleaños atrasados, estuvimos  allí reunidos en familia,  compartiendo y celebrando, comimos mucho como siempre,   jugamos un poco y  nos reímos un montón  y en un momento  empecé a llorar de la risa  y no podía parar de reír y llorar a la vez,  fue una situación con Andrius, Jorge Iván y “El secreto en la montaña”, aún hoy cuando lo escribo me empiezo a reír,  ese día   Jenny mi sobrina me miró y dijo: “Yo te dije que la próxima vez que  lloraras iba ser de alegría…”  y así fue.

Ya fui donde la Doctora Franco y  me revisó después de la radioterapia,  me dijo que todo estaba evolucionando muy bien,  me indicó el inicio de Tamoxifen,  hormonoterapia, por mi edad debo tomarlo mínimo 5 años,  de pronto 10. 

Al principio dije que iban a ser 15 publicaciones de “Cuando los Médicos se enferman” pero  como verán los que han estado muy amablemente dedicándole tiempo a leer  mis escritos,  ya vamos en el número 17…   solo resta una entrada, para poder cerrar y agradecer.

MONICA