CUANDO LOS MÉDICOS SE ENFERMAN (16)
LA CIRUGÍA
N.E. Este es el dieciseisavo post de una serie de publicaciones que estaré realizando en torno al cáncer de mama y mi experiencia como paciente y médico. El primer post lo encuentra en "Cuando los médicos se enferman (1) [0] "
El
23 de marzo de 2017, fue mi última aplicación de quimioterapia, el Dr. Robledo me vio en consulta una semana
después de eso, con resultados de laboratorio,
me ordenó nuevos exámenes y me indicó una nueva Resonancia Nuclear Magnética
con Gadolinio de glándulas
mamarias, básicamente para mirar
exactamente cómo había quedado la masa después de la quimioterapia y saber la
cirugía exacta que yo requería.
Esa
misma Resonancia me la habían hecho en septiembre, recién tuve mi diagnóstico,
ya sabía como era, pero en esta
oportunidad fue peor, me angustié y la Jefe me explicó que mi cuerpo estaba
sometido a grandes tensiones por la quimioterapia, pero me la pudieron hacer sin necesidad de medicarme.
Cuando
me entregaron ese reporte en el Country, lo saqué del sobre mientras subía la
escalera para llevárselo al Dr. Robledo, me tocó frenar y me senté en los
escalones y lloré… lloré sola en esos escalones ampliamente transitados y fui
inmensamente feliz, el informe decía que
ya no se evidenciaba ninguna lesión tumoral, no observaban nada de lo descrito
6 meses atrás, solo identificaban
el clip de titanio y un poquito de
inflamación alrededor. Me levanté y
llegué a la sala de espera del tercer piso,
llamé a Diana para contarle y se emocionó, le escribí a Tati, llegó Andrés y mientras seguíamos leyendo una
y otra vez el reporte, pasó el Dr.
Molina, mi médico de la unidad de quimioterapia, me preguntó cómo estaba y no le
contesté, solo le extendí el reporte, lo
miró, puso una sonrisa amplia y me
felicitó.
Al
momento pasó Juanita, mi Psico-oncóloga
y ocurrió lo mismo, solo que ella preguntaba, “Todo está bien? Todo está bien?” y yo le
dije: Si, todo está bien. Me abrazó
emocionada y también me felicitó.
La
Dra. Franco también pasó por la
sala, era como si tuviéramos una gran
cita colectiva, leyó el reporte, me
miró, abrió sus grandes ojos y me dijo: “Mejor imposible” y sonrió.
Luego
entré con el Dr. Robledo, era martes y
yo esperaba que me dijera que me operaba al haber completado un mes o más de la
última quimioterapia.
Miró
el reporte con su seriedad de siempre,
dijo: “Esto está muy bien... operamos el próximo lunes”. Yo me quedé
petrificada, le pregunté si no
tocaba esperar a que subieran mis defensas o algo…. Me miró
y me dijo: “Estás bien, este es
el momento de operar, no toca esperar
nada, todo va a salir bien”.
Así
que me explicó que me iba a hacer una
cirugía conservadora, con ganglio centinela.
Esto suena muy técnico. Pero en resumen quiere decir,
que la respuesta a la quimioterapia
fue tan buena, que la cirugía es para retirar el tejido marcado por el clip de titanio y un
poco alrededor, un par de ganglios
linfáticos para asegurarse que no hubo
extensión del tumor y nada más. No
requiero mastectomía, ni reconstrucción.
Lo
que sentí en ese momento fue una mezcla de miedo por la cirugía pero a la vez
certeza de lo que debo hacer.
Fui
a almorzar con Diana, comí mi primera
ensalada en mucho tiempo. Le conté todo
con muchos detalles. Me hizo muchas preguntas y como siempre me dijo que iba a estar a mi lado todo el tiempo. Luego me acompañó a
comprar una sudadera, la escogí de chaqueta anaranjada y pantalón negro, unos
tenis y algunas otras cosas para la cirugía.
No
hubo demora ni complicaciones con la parte de las autorizaciones para el
procedimiento. Todo lo radiqué en Colmédica
y me entregaron todo completo.
Me
voy a devolver un par de meses atrás,
estaba aún en quimioterapia, nos
pusimos a hablar con Diana del recorrido del camino de Santiago de
Compostela, yo le dije que me iba a demorar en hacerlo, porque
la ubicación del catéter subclavio me parecía que iba a chocar todo el tiempo con un
morral. Yo creía que el catéter duraba puesto incluso varios años después de
terminada la quimioterapia, por si se
llegaban a presentar recaídas.
Diana
me miró y me dijo: “Yo creo que al camino uno debe llevar lo que es de uno y si ese
catéter es suyo lo debe llevar”. Me quedé pensándolo.
Y
allí en esa cita con el Dr. Robledo, hablando de la cirugía, le pregunté cuánto tiempo después me retiraba el catéter, me miró un momento con expresión perpleja y
dijo: “Cuál catéter?” yo señalé con mi
dedo el subclavio y me dijo: “Ese catéter es para colocar la
quimioterapia, tu ya terminaste la
quimioterapia, no lo necesitas para
nada, en la misma cirugía yo lo retiro”
Me quedé sorprendida, me miró con
la intensidad de siempre e insistió “Mónica,
ya terminaste esa etapa, yo lo
retiro durante la cirugía el próximo
lunes”
Así
que por eso me emocioné también, fueron
mezcladas mis emociones esos días.
El
lunes de semana santa fue el día de la cirugía y llegué temprano a la clínica, primero me
hicieron una marcación del ganglio en medicina nuclear y luego una marcación del
clip de titanio en imágenes diagnósticas.
Ambos procedimientos eran necesarios, pero dolorosos.
Hubo
un poco de retraso en la cirugía, así
que a la sala de espera llegaron uno a uno: Diana, Danilo, Margoth, Jenny,
Mariana, Jorge Iván, Kazys, Ana María Andrés e incluso después llegó Adriana. Hablamos de muchas cosas en esos momentos cuando la espera se hace
larga y pesada. Ese día Margoth y Ana
María estaban usando las bufandas que yo les tejí.
Me
llamaron y me escribieron muchas personas en ese momento, enviándome toda su
energía.
Me
llamaron a salas, me despedí de todos, hubo muchos abrazos y besos. Entré con Diana que no dejó de sonreír y me
tomó del codo, yo me sentía muy nerviosa, estaba sudando y me temblaban las
piernas. Ambas estábamos mirando a la
enfermera Jefe de salas que empezó a hablar, cuando alguien detrás nuestro dijo
“Mónica”, giramos al tiempo y vimos al Dr. Robledo
apoyado contra un muro, sonrió y dijo “Todo listo?” yo le dije sí. Se
acercó y con un marcador me hizo un pequeño punto en la piel para señalar que
era un procedimiento al lado derecho. Yo estaba en silencio y Diana dijo: “El
catéter”. Así que con el mismo marcador el Doctor señaló el catéter a la izquierda. Me tocó el hombro y me dijo: “Ya nos vemos
adentro”.
Ingresamos
a un cubículo individual, cómodo, con una camilla y un baño, me hicieron cambiarme de ropa, me canalizaron mi vena. Me tomaron la tensión que estaba normal, que fue sorpresa, porque con los
corticoides se me había subido mucho la
tensión. Diana estuvo sentada a mi lado
todo el tiempo. Ocurrió algo
extraño, se fue la luz… Diana dijo “uy..” yo le dije que lo bueno era que se había ido
la luz y no estaba todavía en la mesa de cirugía. Fue un apagón de menos de un minuto. Claudia entró al cubículo también a acompañarme un rato.
El
Dr. Robledo me hizo mi cirugía
conservadora, al terminar mi
procedimiento él mismo salió a la sala de espera, habló con mis hermanos y de acuerdo a
lo que me dicen les explicó que todo había salido muy bien, les dio algunas indicaciones y los tranquilizó.
Cuando
me desperté de la anestesia, estaba aún en la sala de cirugía. Voy a intentar explicar lo que sentí, pero no es fácil. A mi me dijo el Dr. Robledo hace varios
meses: “Mónica, tienes cáncer de seno”, yo puedo hablar de oncogenes, de predisposición genética para el
cáncer, de factores ambientales, yo puedo intelectualizar esta realidad, pero la verdad es que cuando me dijeron la palabra cáncer, tuve claro
que había algo mal dentro de mi
cuerpo, algo incorrecto, algo negativo…. No se
como decirlo mejor. Así que la
cirugía, más allá de ser un procedimiento conservador o no,
fue ese momento en el cual un especialista puso sus manos dentro de mi cuerpo y retiró
lo que estaba mal, como cuando le quitas
una puntilla a la llanta del carro, algo
estaba mal y haces algo para solucionarlo. Así que
mi mastólogo no lo veo solo como un especialista en seno, lo veo como ese increíble profesional que pudo corregir un error del que fui consiente varios meses atrás. Un error que me tuvo en vela, me puso ansiosa, me arrancó muchas lágrimas, un error que al final fue claro que se podía corregir... y se hizo.
Así
que repito, me desperté de la anestesia en la sala de cirugía con el Anestesiólogo a mi lado indicándome
que me cruzara a la camilla, y yo levanté mi mano izquierda y toqué mi seno
derecho, de algún modo para ver que era verdad, que la cirugía había
terminado, el anestesiólogo me
miró, sonrió, me puso una mano en mi cabeza calva y
me dijo: “Ya todo pasó”, así que lloré,
él me limpió las lágrimas, lo miré
a los ojos y vi que
estaba inmensamente conmovido, él mismo
me llevó en la camilla a recuperación y antes de irse supongo que a una nueva cirugía, se inclinó y me abrazó en silencio. No se el nombre del doctor.
Cuando
yo salí, todos me estaban
esperando, con diferentes expresiones de emoción, de alegría, hubo abrazos y hubo silencios reconfortantes. Llegamos a mi apartamento y
se fueron para dejarme descansar, me quedé con Andrés, tomé algo suave, me puse mi pijama y dormí
toda la noche, no estoy muy acostumbrada
a dormir boca-arriba, pero tenía un
procedimiento al lado derecho donde retiraron lo que quedaba de tumor y otro al
lado izquierdo donde quitaron el catéter. Así que no podía girar.
Al
día siguiente ya me sentía más tranquila,
respirando mejor. Mis hermanos viajaron
nuevamente. Fue muy importante tenerlos cerca en un momento como este, yo se que siempre han estado pendientes, llamando y escribiendo, pero saber que estaban ahí en la sala, todo el tiempo, haciendo el mismo ayuno que yo... eso es invaluable.
Yo
tuve mi control con el Dr. Robledo, me
examinó y me explicó que todo estaba muy
bien.
Me
citó la siguiente semana para revisión pero principalmente para mirar los
resultados de la patología, que reportó algunos pequeños restos de tumor, bordes
libres de cáncer y ganglios
negativos. Me dijo “Esto salió muy bien”
Así
que seguí la recuperación de la cirugía,
tuve dolor, la piel se puso morada primero, luego verdosa y luego amarilla.
La herida no es tan grande como
me imaginé que sería y ha ido evolucionando de acuerdo a lo esperado. En realidad el dolor no es nada en comparación al alivio que siento.
La
Dra. Sandra Franco también me miró,
revisó la patología y me felicitó, me
dijo que había salido muy bien la cirugía.
Ya terminé la quimioterapia, ya pasó la cirugía...
Así
que empieza la preparación para dos cosas diferentes, debo estar lista para reintegrarme al trabajo
y lo más importante ya llegó el momento
de la radioterapia.
[0] Cuando los médicos se enferman (1)
MÓNICA
El
23 de marzo de 2017, fue mi última aplicación de quimioterapia, el Dr. Robledo me vio en consulta una semana
después de eso, con resultados de laboratorio,
me ordenó nuevos exámenes y me indicó una nueva Resonancia Nuclear Magnética
con Gadolinio de glándulas
mamarias, básicamente para mirar
exactamente cómo había quedado la masa después de la quimioterapia y saber la
cirugía exacta que yo requería.
Esa
misma Resonancia me la habían hecho en septiembre, recién tuve mi diagnóstico,
ya sabía como era, pero en esta
oportunidad fue peor, me angustié y la Jefe me explicó que mi cuerpo estaba
sometido a grandes tensiones por la quimioterapia, pero me la pudieron hacer sin necesidad de medicarme.
Cuando
me entregaron ese reporte en el Country, lo saqué del sobre mientras subía la
escalera para llevárselo al Dr. Robledo, me tocó frenar y me senté en los
escalones y lloré… lloré sola en esos escalones ampliamente transitados y fui
inmensamente feliz, el informe decía que
ya no se evidenciaba ninguna lesión tumoral, no observaban nada de lo descrito
6 meses atrás, solo identificaban
el clip de titanio y un poquito de
inflamación alrededor. Me levanté y
llegué a la sala de espera del tercer piso,
llamé a Diana para contarle y se emocionó, le escribí a Tati, llegó Andrés y mientras seguíamos leyendo una
y otra vez el reporte, pasó el Dr.
Molina, mi médico de la unidad de quimioterapia, me preguntó cómo estaba y no le
contesté, solo le extendí el reporte, lo
miró, puso una sonrisa amplia y me
felicitó.
Al
momento pasó Juanita, mi Psico-oncóloga
y ocurrió lo mismo, solo que ella preguntaba, “Todo está bien? Todo está bien?” y yo le
dije: Si, todo está bien. Me abrazó
emocionada y también me felicitó.
La
Dra. Franco también pasó por la
sala, era como si tuviéramos una gran
cita colectiva, leyó el reporte, me
miró, abrió sus grandes ojos y me dijo: “Mejor imposible” y sonrió.
Luego
entré con el Dr. Robledo, era martes y
yo esperaba que me dijera que me operaba al haber completado un mes o más de la
última quimioterapia.
Miró
el reporte con su seriedad de siempre,
dijo: “Esto está muy bien... operamos el próximo lunes”. Yo me quedé
petrificada, le pregunté si no
tocaba esperar a que subieran mis defensas o algo…. Me miró
y me dijo: “Estás bien, este es
el momento de operar, no toca esperar
nada, todo va a salir bien”.
Así
que me explicó que me iba a hacer una
cirugía conservadora, con ganglio centinela.
Esto suena muy técnico. Pero en resumen quiere decir,
que la respuesta a la quimioterapia
fue tan buena, que la cirugía es para retirar el tejido marcado por el clip de titanio y un
poco alrededor, un par de ganglios
linfáticos para asegurarse que no hubo
extensión del tumor y nada más. No
requiero mastectomía, ni reconstrucción.
Lo
que sentí en ese momento fue una mezcla de miedo por la cirugía pero a la vez
certeza de lo que debo hacer.
Fui
a almorzar con Diana, comí mi primera
ensalada en mucho tiempo. Le conté todo
con muchos detalles. Me hizo muchas preguntas y como siempre me dijo que iba a estar a mi lado todo el tiempo. Luego me acompañó a
comprar una sudadera, la escogí de chaqueta anaranjada y pantalón negro, unos
tenis y algunas otras cosas para la cirugía.
No
hubo demora ni complicaciones con la parte de las autorizaciones para el
procedimiento. Todo lo radiqué en Colmédica
y me entregaron todo completo.
Me
voy a devolver un par de meses atrás,
estaba aún en quimioterapia, nos
pusimos a hablar con Diana del recorrido del camino de Santiago de
Compostela, yo le dije que me iba a demorar en hacerlo, porque
la ubicación del catéter subclavio me parecía que iba a chocar todo el tiempo con un
morral. Yo creía que el catéter duraba puesto incluso varios años después de
terminada la quimioterapia, por si se
llegaban a presentar recaídas.
Diana
me miró y me dijo: “Yo creo que al camino uno debe llevar lo que es de uno y si ese
catéter es suyo lo debe llevar”. Me quedé pensándolo.
Y
allí en esa cita con el Dr. Robledo, hablando de la cirugía, le pregunté cuánto tiempo después me retiraba el catéter, me miró un momento con expresión perpleja y
dijo: “Cuál catéter?” yo señalé con mi
dedo el subclavio y me dijo: “Ese catéter es para colocar la
quimioterapia, tu ya terminaste la
quimioterapia, no lo necesitas para
nada, en la misma cirugía yo lo retiro”
Me quedé sorprendida, me miró con
la intensidad de siempre e insistió “Mónica,
ya terminaste esa etapa, yo lo
retiro durante la cirugía el próximo
lunes”
Así
que por eso me emocioné también, fueron
mezcladas mis emociones esos días.
El
lunes de semana santa fue el día de la cirugía y llegué temprano a la clínica, primero me
hicieron una marcación del ganglio en medicina nuclear y luego una marcación del
clip de titanio en imágenes diagnósticas.
Ambos procedimientos eran necesarios, pero dolorosos.
Hubo
un poco de retraso en la cirugía, así
que a la sala de espera llegaron uno a uno: Diana, Danilo, Margoth, Jenny,
Mariana, Jorge Iván, Kazys, Ana María Andrés e incluso después llegó Adriana. Hablamos de muchas cosas en esos momentos cuando la espera se hace
larga y pesada. Ese día Margoth y Ana
María estaban usando las bufandas que yo les tejí.
Me
llamaron y me escribieron muchas personas en ese momento, enviándome toda su
energía.
Me
llamaron a salas, me despedí de todos, hubo muchos abrazos y besos. Entré con Diana que no dejó de sonreír y me
tomó del codo, yo me sentía muy nerviosa, estaba sudando y me temblaban las
piernas. Ambas estábamos mirando a la
enfermera Jefe de salas que empezó a hablar, cuando alguien detrás nuestro dijo
“Mónica”, giramos al tiempo y vimos al Dr. Robledo
apoyado contra un muro, sonrió y dijo “Todo listo?” yo le dije sí. Se
acercó y con un marcador me hizo un pequeño punto en la piel para señalar que
era un procedimiento al lado derecho. Yo estaba en silencio y Diana dijo: “El
catéter”. Así que con el mismo marcador el Doctor señaló el catéter a la izquierda. Me tocó el hombro y me dijo: “Ya nos vemos
adentro”.
Ingresamos
a un cubículo individual, cómodo, con una camilla y un baño, me hicieron cambiarme de ropa, me canalizaron mi vena. Me tomaron la tensión que estaba normal, que fue sorpresa, porque con los
corticoides se me había subido mucho la
tensión. Diana estuvo sentada a mi lado
todo el tiempo. Ocurrió algo
extraño, se fue la luz… Diana dijo “uy..” yo le dije que lo bueno era que se había ido
la luz y no estaba todavía en la mesa de cirugía. Fue un apagón de menos de un minuto. Claudia entró al cubículo también a acompañarme un rato.
El
Dr. Robledo me hizo mi cirugía
conservadora, al terminar mi
procedimiento él mismo salió a la sala de espera, habló con mis hermanos y de acuerdo a
lo que me dicen les explicó que todo había salido muy bien, les dio algunas indicaciones y los tranquilizó.
Cuando
me desperté de la anestesia, estaba aún en la sala de cirugía. Voy a intentar explicar lo que sentí, pero no es fácil. A mi me dijo el Dr. Robledo hace varios
meses: “Mónica, tienes cáncer de seno”, yo puedo hablar de oncogenes, de predisposición genética para el
cáncer, de factores ambientales, yo puedo intelectualizar esta realidad, pero la verdad es que cuando me dijeron la palabra cáncer, tuve claro
que había algo mal dentro de mi
cuerpo, algo incorrecto, algo negativo…. No se
como decirlo mejor. Así que la
cirugía, más allá de ser un procedimiento conservador o no,
fue ese momento en el cual un especialista puso sus manos dentro de mi cuerpo y retiró
lo que estaba mal, como cuando le quitas
una puntilla a la llanta del carro, algo
estaba mal y haces algo para solucionarlo. Así que
mi mastólogo no lo veo solo como un especialista en seno, lo veo como ese increíble profesional que pudo corregir un error del que fui consiente varios meses atrás. Un error que me tuvo en vela, me puso ansiosa, me arrancó muchas lágrimas, un error que al final fue claro que se podía corregir... y se hizo.
Así
que repito, me desperté de la anestesia en la sala de cirugía con el Anestesiólogo a mi lado indicándome
que me cruzara a la camilla, y yo levanté mi mano izquierda y toqué mi seno
derecho, de algún modo para ver que era verdad, que la cirugía había
terminado, el anestesiólogo me
miró, sonrió, me puso una mano en mi cabeza calva y
me dijo: “Ya todo pasó”, así que lloré,
él me limpió las lágrimas, lo miré
a los ojos y vi que
estaba inmensamente conmovido, él mismo
me llevó en la camilla a recuperación y antes de irse supongo que a una nueva cirugía, se inclinó y me abrazó en silencio. No se el nombre del doctor.
Cuando
yo salí, todos me estaban
esperando, con diferentes expresiones de emoción, de alegría, hubo abrazos y hubo silencios reconfortantes. Llegamos a mi apartamento y
se fueron para dejarme descansar, me quedé con Andrés, tomé algo suave, me puse mi pijama y dormí
toda la noche, no estoy muy acostumbrada
a dormir boca-arriba, pero tenía un
procedimiento al lado derecho donde retiraron lo que quedaba de tumor y otro al
lado izquierdo donde quitaron el catéter. Así que no podía girar.
Al
día siguiente ya me sentía más tranquila,
respirando mejor. Mis hermanos viajaron
nuevamente. Fue muy importante tenerlos cerca en un momento como este, yo se que siempre han estado pendientes, llamando y escribiendo, pero saber que estaban ahí en la sala, todo el tiempo, haciendo el mismo ayuno que yo... eso es invaluable.
Yo
tuve mi control con el Dr. Robledo, me
examinó y me explicó que todo estaba muy
bien.
Me
citó la siguiente semana para revisión pero principalmente para mirar los
resultados de la patología, que reportó algunos pequeños restos de tumor, bordes
libres de cáncer y ganglios
negativos. Me dijo “Esto salió muy bien”
Así
que seguí la recuperación de la cirugía,
tuve dolor, la piel se puso morada primero, luego verdosa y luego amarilla.
La herida no es tan grande como
me imaginé que sería y ha ido evolucionando de acuerdo a lo esperado. En realidad el dolor no es nada en comparación al alivio que siento.
La
Dra. Sandra Franco también me miró,
revisó la patología y me felicitó, me
dijo que había salido muy bien la cirugía.
Ya terminé la quimioterapia, ya pasó la cirugía...
Ya terminé la quimioterapia, ya pasó la cirugía...
Así
que empieza la preparación para dos cosas diferentes, debo estar lista para reintegrarme al trabajo
y lo más importante ya llegó el momento
de la radioterapia.
[0] Cuando los médicos se enferman (1)
MÓNICA
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