sábado, 12 de agosto de 2017

CUANDO LOS MÉDICOS SE ENFERMAN (16) LA CIRUGÍA

CUANDO LOS MÉDICOS SE ENFERMAN (16)
LA CIRUGÍA



N.E. Este es el dieciseisavo  post de una serie de publicaciones que estaré realizando en torno al cáncer de mama y mi experiencia como paciente y médico. El primer post lo encuentra en "Cuando los médicos se enferman (1) [0] "

El 23 de marzo de 2017, fue mi última aplicación de quimioterapia,  el Dr. Robledo me vio en consulta una semana después de eso, con resultados de laboratorio,  me ordenó nuevos exámenes y me indicó una nueva Resonancia Nuclear Magnética con Gadolinio  de glándulas mamarias,  básicamente para mirar exactamente cómo había quedado la masa después de la quimioterapia y saber la cirugía exacta que yo requería.

Esa misma Resonancia me la habían hecho en septiembre, recién tuve mi diagnóstico, ya sabía como era,   pero en esta oportunidad fue peor, me angustié y la Jefe me explicó que mi cuerpo estaba sometido a grandes tensiones por la quimioterapia,  pero me la pudieron hacer  sin necesidad de medicarme.

Cuando me entregaron ese reporte en el Country, lo saqué del sobre mientras subía la escalera para llevárselo al Dr. Robledo, me tocó frenar y me senté en los escalones y lloré… lloré sola en esos escalones ampliamente transitados y fui inmensamente feliz,  el informe decía que ya no se evidenciaba ninguna lesión tumoral, no observaban nada de lo descrito 6 meses atrás,  solo identificaban el  clip de titanio y un poquito de inflamación alrededor.  Me levanté y llegué a la sala de espera del tercer piso,  llamé a Diana para contarle y se emocionó, le escribí a Tati,  llegó Andrés y mientras seguíamos leyendo una y otra vez el reporte,  pasó el Dr. Molina, mi médico de la unidad de quimioterapia,  me preguntó cómo estaba y no le contesté,  solo le extendí el reporte, lo miró,  puso una sonrisa amplia y me felicitó.

Al momento pasó Juanita, mi  Psico-oncóloga y  ocurrió lo mismo,  solo que ella preguntaba,  “Todo está bien? Todo está bien?” y yo le dije: Si, todo está bien.  Me abrazó emocionada y también me felicitó.

La Dra.  Franco también pasó por la sala,  era como si tuviéramos una gran cita colectiva,  leyó el reporte, me miró, abrió sus grandes ojos y me dijo: “Mejor imposible” y  sonrió.

Luego entré con el Dr. Robledo, era  martes y yo esperaba que me dijera que me operaba al haber completado un mes o más de la última quimioterapia.

Miró el reporte con su seriedad de siempre,  dijo: “Esto está muy bien... operamos el próximo lunes”.  Yo me quedé  petrificada,  le pregunté si no tocaba esperar a que subieran mis defensas o algo….  Me miró  y me dijo: “Estás bien,  este es el momento de operar,  no toca esperar nada,  todo va a salir bien”.

Así que me explicó que me iba a hacer  una cirugía conservadora, con ganglio centinela.  Esto suena  muy técnico.  Pero en resumen  quiere decir,  que la respuesta a  la quimioterapia fue tan buena,  que  la cirugía es para  retirar  el tejido marcado por el clip de titanio y un poco alrededor,  un par de ganglios linfáticos para asegurarse que  no hubo extensión del tumor y nada más.   No requiero mastectomía, ni reconstrucción. 

Lo que sentí en ese momento fue una mezcla de miedo por la cirugía pero a la vez certeza de lo que debo hacer.

Fui a almorzar con Diana,  comí mi primera ensalada en mucho tiempo. Le  conté todo con muchos detalles.  Me hizo muchas preguntas y como siempre me dijo que iba a estar a mi lado todo el tiempo. Luego me acompañó a comprar una sudadera, la escogí de chaqueta anaranjada y pantalón negro, unos tenis y algunas otras cosas para la cirugía.

No hubo demora ni complicaciones con la parte de las autorizaciones para el procedimiento.  Todo lo radiqué en Colmédica y me entregaron todo completo.

Me voy a devolver un par de meses atrás,  estaba aún en quimioterapia,   nos pusimos a hablar con Diana del recorrido del camino de Santiago de Compostela,  yo le dije  que me iba a demorar en hacerlo,  porque  la ubicación del catéter subclavio me parecía  que iba a chocar todo el tiempo con un morral.  Yo creía que el  catéter duraba  puesto incluso varios años después de terminada la quimioterapia,  por si se llegaban a presentar recaídas.
Diana me miró y me dijo: “Yo creo que al camino uno debe llevar lo que es de uno y si ese catéter es suyo lo debe llevar”. Me quedé pensándolo.

Y allí en esa cita con el Dr. Robledo, hablando de la cirugía, le pregunté cuánto tiempo  después me retiraba el catéter,  me miró un momento con expresión perpleja y dijo: “Cuál catéter?”  yo señalé con mi dedo el subclavio y me dijo: “Ese catéter es para colocar la quimioterapia,  tu ya terminaste la quimioterapia,  no lo necesitas para nada, en la misma cirugía yo lo retiro”  Me quedé  sorprendida, me miró con la intensidad de siempre e insistió “Mónica,  ya terminaste esa etapa,  yo lo retiro  durante la cirugía el próximo lunes”

Así que por eso  me emocioné también, fueron mezcladas mis emociones esos días.

El lunes de semana santa fue el día de la cirugía y  llegué temprano a la clínica, primero me hicieron  una marcación del ganglio  en medicina nuclear y luego una marcación del clip de titanio en imágenes diagnósticas.  Ambos procedimientos  eran  necesarios, pero  dolorosos.

Hubo un poco de retraso en la cirugía,  así que a la sala de espera llegaron uno a uno: Diana, Danilo, Margoth, Jenny, Mariana, Jorge Iván, Kazys, Ana María Andrés e incluso después llegó Adriana.  Hablamos de muchas cosas  en esos momentos cuando la espera se hace larga y  pesada. Ese día Margoth y Ana María estaban usando las bufandas que yo les tejí.

Me llamaron y me escribieron muchas personas en ese momento, enviándome toda su energía.

Me llamaron a salas, me despedí de todos, hubo muchos abrazos y besos.  Entré con Diana que no dejó de sonreír y me tomó del codo, yo me sentía muy nerviosa, estaba sudando y me temblaban las piernas.  Ambas estábamos mirando a la enfermera Jefe de salas que empezó a hablar, cuando alguien detrás nuestro dijo “Mónica”,  giramos al tiempo   y vimos  al Dr. Robledo  apoyado contra un muro, sonrió y dijo “Todo listo?” yo le dije sí. Se acercó y con un marcador me hizo un pequeño punto en la piel para señalar que era un procedimiento al lado derecho. Yo estaba en silencio y Diana dijo: “El catéter”. Así que con el mismo marcador el Doctor señaló el catéter a la izquierda.  Me tocó el hombro y me dijo: “Ya nos vemos adentro”.

Ingresamos a un cubículo individual,  cómodo,  con una camilla y un baño,  me hicieron cambiarme de ropa,  me canalizaron mi vena.  Me tomaron la tensión que estaba normal,  que fue sorpresa, porque con los corticoides  se me había subido mucho la tensión.  Diana estuvo sentada a mi lado todo el tiempo.  Ocurrió algo extraño,  se fue la luz…  Diana dijo “uy..”  yo le dije que lo bueno era que se había ido la luz y no estaba todavía en la mesa de cirugía.  Fue un apagón de menos de un minuto.  Claudia entró al cubículo también a acompañarme un rato.

El Dr. Robledo me hizo mi cirugía  conservadora,  al terminar mi procedimiento él mismo salió a la sala de espera, habló con mis hermanos y de acuerdo a lo que me dicen les explicó que todo había salido muy bien, les  dio algunas indicaciones y los tranquilizó.

Cuando me desperté de la anestesia,  estaba  aún en la sala de cirugía.  Voy a intentar explicar lo que sentí,  pero no es fácil.   A mi me dijo el Dr. Robledo hace varios meses: “Mónica, tienes cáncer de seno”,  yo puedo hablar de oncogenes,  de predisposición genética para el cáncer,  de factores ambientales,  yo puedo intelectualizar  esta realidad,  pero la verdad es que cuando  me dijeron la palabra cáncer,  tuve claro  que había  algo mal dentro de mi cuerpo,  algo incorrecto, algo negativo….   No  se como decirlo mejor.   Así que la cirugía,  más allá  de ser un procedimiento conservador  o no,  fue  ese momento en el cual  un especialista  puso sus manos dentro de mi cuerpo y retiró lo que estaba mal,  como cuando le quitas una puntilla a la llanta del carro,  algo estaba mal y haces algo para  solucionarlo.  Así que  mi mastólogo no lo veo solo como un especialista en seno,  lo veo como ese increíble profesional  que pudo corregir un error  del que fui consiente  varios meses atrás. Un error que me tuvo  en vela,  me puso ansiosa,  me arrancó muchas lágrimas,  un error  que al final fue claro que se podía corregir... y se hizo.

Así que repito, me desperté de la anestesia en la sala de cirugía  con el Anestesiólogo a mi lado indicándome que me cruzara a la camilla,  y yo  levanté mi mano izquierda y toqué mi seno derecho,  de algún modo  para ver que era verdad, que la cirugía había terminado,  el anestesiólogo me miró,  sonrió,  me puso una mano en mi cabeza calva y me dijo: “Ya todo pasó”,   así que  lloré,  él  me limpió las lágrimas,  lo miré  a  los ojos y  vi  que estaba inmensamente conmovido,  él mismo me llevó en la camilla a recuperación y antes de irse  supongo que a una nueva cirugía,   se inclinó y me abrazó en silencio.  No se el nombre del doctor.

Cuando yo salí,  todos me estaban esperando,  con diferentes expresiones de emoción, de alegría, hubo abrazos y hubo silencios reconfortantes.  Llegamos a mi apartamento y se fueron  para dejarme descansar,  me quedé con Andrés,  tomé algo suave, me puse mi pijama y dormí toda la noche,  no estoy muy acostumbrada a dormir boca-arriba,  pero tenía un procedimiento al lado derecho donde retiraron lo que quedaba de tumor y otro al lado izquierdo donde quitaron el catéter.   Así que no podía girar.

Al día siguiente ya me sentía más tranquila,  respirando mejor.  Mis hermanos viajaron nuevamente.  Fue muy importante  tenerlos  cerca en un momento como este,  yo se que siempre han estado pendientes, llamando y escribiendo,  pero  saber que estaban ahí en la sala,  todo el tiempo, haciendo el mismo ayuno que yo...   eso es invaluable.

Yo tuve mi control con el Dr. Robledo,  me examinó  y me explicó que todo estaba muy bien.

Me citó la siguiente semana para revisión pero principalmente para mirar los resultados de la patología,  que reportó  algunos pequeños restos de tumor, bordes libres de cáncer  y ganglios negativos.   Me dijo  “Esto salió muy bien”

Así que seguí la recuperación de la cirugía,  tuve  dolor,  la piel se puso morada primero,  luego verdosa y luego  amarilla.  La herida  no es tan grande como me imaginé que sería y ha ido evolucionando de acuerdo a lo esperado. En realidad el dolor no es nada en comparación al alivio que siento.

La Dra. Sandra Franco  también me miró, revisó la patología y me felicitó,  me dijo  que había  salido muy bien la cirugía. 

Ya terminé la quimioterapia,  ya pasó la cirugía...

Así que empieza la preparación para dos cosas diferentes,  debo estar lista para reintegrarme al trabajo y lo más importante  ya llegó el momento de la  radioterapia.

[0]   Cuando los médicos se enferman (1)

MÓNICA

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