CUANDO LOS MÉDICOS SE ENFERMAN (12)
LA QUIMIOTERAPIA
N.E. Este es el doceavo post de una serie de aproximadamente diecisiete publicaciones que estaré realizando en torno al cáncer de mama y mi experiencia como paciente y médico. El primer post lo encuentra en "Cuando los médicos se enferman (1) [0] "
Bueno, arranquemos
por decir que antes del inicio de la quimioterapia, la Dra. Franco
me indicó que debía colocarme un catéter venoso central para la aplicación.
La
quimioterapia la pueden aplicar por diferentes vías, pero en mi caso
decidieron la colocación de un catéter en mi subclavia, que al ser
un vaso grueso, hace que sea más fácil y más seguro.
Mi
mastólogo el Dr. Robledo, me colocó mi catéter. Diana y Tati me
acompañaron al procedimiento, lo hacen en salas de
cirugía bajo anestesia general. Es un procedimiento corto y de bajo
riesgo. Sobretodo cuando lo hace alguien con ese nivel de
experiencia.
Ese
procedimiento me lo hicieron el lunes y el jueves de esa misma semana era la
primera aplicación de la quimioterapia.
El
martes y el miércoles tuve dolor debido a la cirugía, nada extremo, pude
manejarlo con antiinflamatorios, pero igual fue un poco limitante.
Finalmente
llegó el día, enfrentarse a lo desconocido… la
quimioterapia.
Llegué
el jueves temprano a la clínica, primero pasé con el Dr. Robledo, me
revisó el catéter y autorizó que se aplicara la quimioterapia a
través del catéter ese mismo día.
Subimos
con Diana y con Andrés al cuarto piso, a la unidad de quimioterapia. Allí
entregan los turnos por orden de llegada, uno va entrando y escoge
cubículo.
Yo
estaba muy asustada, sentía la mandíbula muy tensa, sentía frío y dolor de
estómago. Algo 100 veces más intenso que cuando debía hacer una
presentación frente a un auditorio repleto de gente.
Diana
no decía nada pero estaba muy nerviosa también.
Nos
ubicamos en el cubículo número tres. Con ventanas que nos permitían
ver a la calle, fue la única vez que escogí ese cubículo, tiene
cama, no me gustó estar acostada, me hizo sentir muy vulnerable.
Los
cubículos de quimioterapia en el Country son nuevos, limpios, individuales. Uno
entra con sus acompañantes y encuentra un par de poltronas grandes reclinables. Son
cómodos y dan privacidad.
Claro
que una vez quedé ubicada en un cubículo en la parte posterior, ese
no tiene ventana, la aplicación se me hizo eterna y un poco lúgubre.
Ya
una vez ubicados en el cubículo, me colocaron una manilla con mi nombre completo
y mi identificación, la verificaron tres veces y ese proceso lo
hicieron todas las aplicaciones, la seguridad del paciente es un
proceso primordial en la institución.
Uno
puede comer algo que lleve o le llevan en un pequeño carrito, café, té, galletas,
emparedados, fruta, agua, no hay problema. Siempre le advierten que
antes de llegar a la aplicación es mandatorio desayunar, o si no cancelan
la aplicación.
Ya
con todo listo hicieron salir a Diana y a Andrés unos minutos y la
enfermera procedió a canalizarme a través del catéter, es un
pinchazo fuerte, sobretodo esa primera vez, es un dolor profundo
pero rápido. Para las siguientes aplicaciones de quimioterapia me
coloqué un poco de Anestecin en la piel sobre el catéter,
lo que mejoró considerablemente el proceso.
En
todas las aplicaciones estuve muy bien acompañada, estuvieron Diana, Andrés,
Tati, Claudia y Viena, en intervalos, pero jamás estuve sola.
Me
gustaría haber aprendido los nombres de todas esas maravillosas personas que
conforman el equipo de la unidad de quimioterapia, todos me dieron la mano, me
sonrieron, me ayudaron y me hicieron sentir que todo iba a estar
bien.
Siempre
los llevaré en mi corazón… a la Jefe Julieth que fue maravillosa y absolutamente
dedicada, a la Jefe Adriana que fue increíblemente profesional y amable, al Dr.
Molina que estuvo siempre conmigo, a Juanita que me miraba a los
ojos y me sonreía con una sinceridad absoluta que me hizo sentir confortable.
A
todas y cada una de las enfermeras con su inmensa paciencia y amabilidad.
A
todos ellos, que aún hoy me los encuentro en el pasillo y me
sonríen, se detienen y me preguntan como estoy.
Ese
primer jueves una vez estuvo canalizado mi catéter empezó una rutina
que se repetiría en cada aplicación, primero pusieron un poco de
líquido para hidratarme.
Debo
aclarar que los medicamentos que se colocan, varían con cada paciente,
dependiendo del tipo de cáncer, del estadío y de otra serie de factores que
hacen necesaria la evaluación profesional por parte del oncólogo. Yo
solo voy a hacer referencia a la quimioterapia que a mi me correspondió.
Me
pusieron Fosaprepitant, en una infusión lenta, cerca de
media hora en goteo, se utiliza para prevenir las náuseas y el vómito
provocados por la quimioterapia. Tan pronto empezó la infusión sentí
que me hundía, no se explicarlo mejor, una sensación de vacío, embotamiento, fue
raro y lo sentí durante los cuatro primeros ciclos que siempre
iniciaron con este medicamento.
Tan
pronto terminó, siguió el turno para el Ondansetron, también lo
pasan lentamente, este se utiliza también para prevenir náuseas y vómito. Con
este medicamento la sensación es un poco diferente, siento un
horrible hormigueo en la frente, justo en el centro, es muy incómodo, empiezo
a masajearme y noto que es difícil enfocar la mirada, me cuesta trabajo
leer y Diana se preocupa, se me calienta mucho la
cara, me pongo un poco roja. En este también nos
demoramos un buen rato.
Me
aplican Dexametasona, que es un corticoide para disminuir la posible respuesta
alérgica a los medicamentos y también como antiinflamatorio, durante
la aplicación no tengo mayores síntomas.
Vuelven
a colocar un poco de líquidos para mantenerme hidratada, he tomado
un poco de té y he comido galletas de sal durante este periodo de aplicación.
En
esos momentos entra al cubículo la Jefe Adriana con un medicamento en la mano, en
un frasco de vidrio, y el líquido es color naranja-fucsia y la Jefe
dice “aquí llegó nuestra amiga, esta ya es la quimio…” mientras
yo respiraba profundo, Diana dijo “Ay no…” y con la mano hizo una
señal como para bendecir el frasco, yo se que estaba muy
estresada pero ella intentaba mantener la calma, para
mantenerme calmada. Ese primer medicamento corresponde a la
Doxorubicina.
Empieza
a pasar lentamente el líquido naranja-fucsia a mi circulación, estoy
muy nerviosa, tensa, siento los músculos de las piernas totalmente
contraídos.
El
Dr. Molina entra y habla con nosotros un rato, acerca de síntomas y también
mirando la reacción al medicamento.
Tan
pronto sale entra la psicóloga y me pregunta cómo me siento, pero
la verdad, no tengo ganas de hablar.
Luego
siguen entrando las enfermeras, vigilando el proceso de modo
minucioso, me advierten que cuando vaya al baño mi orina va a estar
del color del medicamento y fue inmediato ese cambio de color.
Siento
dolor de cabeza, leve, como si tuviera una diadema
apretada.
Al
terminar, inicia el turno la Ciclofosfamida, un líquido transparente, que
también entra lentamente a mi cuerpo, siento un poco de calor, el
dolor de cabeza sigue, el hormigueo en la frente también.
Una
vez se terminó el medicamento, me pasaron un poco más de líquidos, luego
limpiaron el catéter, me retiraron la canalización y me dieron
varias indicaciones, entre ellas, debía tomar ondansetron en
tabletas durante los siguientes días.
Durante
los seis meses de quimioterapia no pude leer básicamente porque no
podía enfocar bien, de hecho las letras pequeñas me siguen siendo
esquivas hasta el día de hoy, pero debo esperar todavía unos meses
antes de ir al oftalmólogo.
Incluso
hoy para mi es un poco difícil escribir lo que se siente ese primer día, porque
estoy segura que algunos síntomas los provocan los medicamentos, pero
la gran mayoría son provocados por mi angustia, por sentirme tan
vulnerable.
Diana
me dijo: “Iniciar el tratamiento, es haber recorrido la mitad del camino” eso
me hizo sentir más tranquila, aliviada y ella tenía razón.
Salimos
de la primera aplicación, era 13 de octubre, estaba haciendo un sol
resplandeciente, yo me sentía inmensamente abrumada. Llegamos
al apartamento, nos estaban esperando Samuel, Galatea y Felicia.
Empecé
a tomar líquidos, Diana se quedó toda la tarde conmigo, empezó
a llover, todo se puso oscuro, pude almorzar algo suave,
me puse una pijama y antes de las 3 de la tarde me acosté y dormí, fue
un sueño pesado, denso, nada reparador. Me
desperté casi a las 6, Andrés había regresado y estaba hablando con Diana…
Ella
me vio que estaba sentada en la cama y se me acercó a despedirse, me
dijo que la llamara en caso de cualquier eventualidad sin importar la hora, yo
la abracé y empecé a llorar… de impotencia, de desespero, pero
también de agradecimiento, ella me apretó duro entre sus brazos y me dijo “Todo
va a salir bien, yo estoy con usted, es normal sentirse triste, mejor
me voy o me pongo a llorar yo también…” y se fue llorando. Sentí
como se me rompía un trozo de mi alma.
Tuve
dos aplicaciones en noviembre y la cuarta fue en diciembre, la
rutina fue básicamente la misma cada vez, siempre estuve asustada, nunca
logré llegar tranquila, ni feliz a las aplicaciones.
Cada
día uno va conociendo a las otras personas que están en el mismo
proceso, pero yo no tenía muchos deseos de relacionarme, creo
que era todo el estrés que tenía, prefería llegar a mi
cubículo, con mis acompañantes, hacer mi proceso y salir.
Admito
que no me gustaba oír a las otras personas hablar de sus dolores o
de sus logros o sus oraciones en voz alta, aún sabiendo que es
normal querer compartir estas experiencias en las salas de espera, yo
simplemente me senté en las escaleras y me encerré en mis
pensamientos.
Odiaba
cuando la gente en diferentes lugares, quería comparar los síntomas como si estuviéramos en una
competencia.
Muchas
personas me preguntan qué se siente durante la quimioterapia, yo
solo lo puedo describir como desazón, como una horrible sensación de malestar
constante, no solo físico sino principalmente emocional. Me
sentía triste, me sentía brava, quería sentarme y me
sentaba pero rápidamente quería estar de pie o acostada y en ninguna
posición estaba cómoda.
La
primera etapa de la quimioterapia comprendió las cuatro aplicaciones que les
cuento, la de octubre, las dos de noviembre y la de diciembre.
Pasar
las fiestas de fin de año en medio de quimioterapia fue increíblemente triste, puede
que escriba un capítulo especial al respecto, más adelante, o puede que no.
Que
pasó en la segunda etapa de la quimioterapia?
Mónica
[0] Cuando los médicos se enferman (1)
N.E. Este es el doceavo post de una serie de aproximadamente diecisiete publicaciones que estaré realizando en torno al cáncer de mama y mi experiencia como paciente y médico. El primer post lo encuentra en "Cuando los médicos se enferman (1) [0] "
Bueno, arranquemos
por decir que antes del inicio de la quimioterapia, la Dra. Franco
me indicó que debía colocarme un catéter venoso central para la aplicación.
La
quimioterapia la pueden aplicar por diferentes vías, pero en mi caso
decidieron la colocación de un catéter en mi subclavia, que al ser
un vaso grueso, hace que sea más fácil y más seguro.
Mi
mastólogo el Dr. Robledo, me colocó mi catéter. Diana y Tati me
acompañaron al procedimiento, lo hacen en salas de
cirugía bajo anestesia general. Es un procedimiento corto y de bajo
riesgo. Sobretodo cuando lo hace alguien con ese nivel de
experiencia.
Ese
procedimiento me lo hicieron el lunes y el jueves de esa misma semana era la
primera aplicación de la quimioterapia.
El
martes y el miércoles tuve dolor debido a la cirugía, nada extremo, pude
manejarlo con antiinflamatorios, pero igual fue un poco limitante.
Finalmente
llegó el día, enfrentarse a lo desconocido… la
quimioterapia.
Llegué
el jueves temprano a la clínica, primero pasé con el Dr. Robledo, me
revisó el catéter y autorizó que se aplicara la quimioterapia a
través del catéter ese mismo día.
Subimos
con Diana y con Andrés al cuarto piso, a la unidad de quimioterapia. Allí
entregan los turnos por orden de llegada, uno va entrando y escoge
cubículo.
Yo
estaba muy asustada, sentía la mandíbula muy tensa, sentía frío y dolor de
estómago. Algo 100 veces más intenso que cuando debía hacer una
presentación frente a un auditorio repleto de gente.
Diana
no decía nada pero estaba muy nerviosa también.
Nos
ubicamos en el cubículo número tres. Con ventanas que nos permitían
ver a la calle, fue la única vez que escogí ese cubículo, tiene
cama, no me gustó estar acostada, me hizo sentir muy vulnerable.
Los
cubículos de quimioterapia en el Country son nuevos, limpios, individuales. Uno
entra con sus acompañantes y encuentra un par de poltronas grandes reclinables. Son
cómodos y dan privacidad.
Claro
que una vez quedé ubicada en un cubículo en la parte posterior, ese
no tiene ventana, la aplicación se me hizo eterna y un poco lúgubre.
Ya
una vez ubicados en el cubículo, me colocaron una manilla con mi nombre completo
y mi identificación, la verificaron tres veces y ese proceso lo
hicieron todas las aplicaciones, la seguridad del paciente es un
proceso primordial en la institución.
Uno
puede comer algo que lleve o le llevan en un pequeño carrito, café, té, galletas,
emparedados, fruta, agua, no hay problema. Siempre le advierten que
antes de llegar a la aplicación es mandatorio desayunar, o si no cancelan
la aplicación.
Ya
con todo listo hicieron salir a Diana y a Andrés unos minutos y la
enfermera procedió a canalizarme a través del catéter, es un
pinchazo fuerte, sobretodo esa primera vez, es un dolor profundo
pero rápido. Para las siguientes aplicaciones de quimioterapia me
coloqué un poco de Anestecin en la piel sobre el catéter,
lo que mejoró considerablemente el proceso.
En
todas las aplicaciones estuve muy bien acompañada, estuvieron Diana, Andrés,
Tati, Claudia y Viena, en intervalos, pero jamás estuve sola.
Me
gustaría haber aprendido los nombres de todas esas maravillosas personas que
conforman el equipo de la unidad de quimioterapia, todos me dieron la mano, me
sonrieron, me ayudaron y me hicieron sentir que todo iba a estar
bien.
Siempre
los llevaré en mi corazón… a la Jefe Julieth que fue maravillosa y absolutamente
dedicada, a la Jefe Adriana que fue increíblemente profesional y amable, al Dr.
Molina que estuvo siempre conmigo, a Juanita que me miraba a los
ojos y me sonreía con una sinceridad absoluta que me hizo sentir confortable.
A
todas y cada una de las enfermeras con su inmensa paciencia y amabilidad.
A
todos ellos, que aún hoy me los encuentro en el pasillo y me
sonríen, se detienen y me preguntan como estoy.
Ese
primer jueves una vez estuvo canalizado mi catéter empezó una rutina
que se repetiría en cada aplicación, primero pusieron un poco de
líquido para hidratarme.
Debo
aclarar que los medicamentos que se colocan, varían con cada paciente,
dependiendo del tipo de cáncer, del estadío y de otra serie de factores que
hacen necesaria la evaluación profesional por parte del oncólogo. Yo
solo voy a hacer referencia a la quimioterapia que a mi me correspondió.
Me
pusieron Fosaprepitant, en una infusión lenta, cerca de
media hora en goteo, se utiliza para prevenir las náuseas y el vómito
provocados por la quimioterapia. Tan pronto empezó la infusión sentí
que me hundía, no se explicarlo mejor, una sensación de vacío, embotamiento, fue
raro y lo sentí durante los cuatro primeros ciclos que siempre
iniciaron con este medicamento.
Tan
pronto terminó, siguió el turno para el Ondansetron, también lo
pasan lentamente, este se utiliza también para prevenir náuseas y vómito. Con
este medicamento la sensación es un poco diferente, siento un
horrible hormigueo en la frente, justo en el centro, es muy incómodo, empiezo
a masajearme y noto que es difícil enfocar la mirada, me cuesta trabajo
leer y Diana se preocupa, se me calienta mucho la
cara, me pongo un poco roja. En este también nos
demoramos un buen rato.
Me
aplican Dexametasona, que es un corticoide para disminuir la posible respuesta
alérgica a los medicamentos y también como antiinflamatorio, durante
la aplicación no tengo mayores síntomas.
Vuelven
a colocar un poco de líquidos para mantenerme hidratada, he tomado
un poco de té y he comido galletas de sal durante este periodo de aplicación.
En
esos momentos entra al cubículo la Jefe Adriana con un medicamento en la mano, en
un frasco de vidrio, y el líquido es color naranja-fucsia y la Jefe
dice “aquí llegó nuestra amiga, esta ya es la quimio…” mientras
yo respiraba profundo, Diana dijo “Ay no…” y con la mano hizo una
señal como para bendecir el frasco, yo se que estaba muy
estresada pero ella intentaba mantener la calma, para
mantenerme calmada. Ese primer medicamento corresponde a la
Doxorubicina.
Empieza
a pasar lentamente el líquido naranja-fucsia a mi circulación, estoy
muy nerviosa, tensa, siento los músculos de las piernas totalmente
contraídos.
El
Dr. Molina entra y habla con nosotros un rato, acerca de síntomas y también
mirando la reacción al medicamento.
Tan
pronto sale entra la psicóloga y me pregunta cómo me siento, pero
la verdad, no tengo ganas de hablar.
Luego
siguen entrando las enfermeras, vigilando el proceso de modo
minucioso, me advierten que cuando vaya al baño mi orina va a estar
del color del medicamento y fue inmediato ese cambio de color.
Siento
dolor de cabeza, leve, como si tuviera una diadema
apretada.
Al
terminar, inicia el turno la Ciclofosfamida, un líquido transparente, que
también entra lentamente a mi cuerpo, siento un poco de calor, el
dolor de cabeza sigue, el hormigueo en la frente también.
Una
vez se terminó el medicamento, me pasaron un poco más de líquidos, luego
limpiaron el catéter, me retiraron la canalización y me dieron
varias indicaciones, entre ellas, debía tomar ondansetron en
tabletas durante los siguientes días.
Durante
los seis meses de quimioterapia no pude leer básicamente porque no
podía enfocar bien, de hecho las letras pequeñas me siguen siendo
esquivas hasta el día de hoy, pero debo esperar todavía unos meses
antes de ir al oftalmólogo.
Incluso
hoy para mi es un poco difícil escribir lo que se siente ese primer día, porque
estoy segura que algunos síntomas los provocan los medicamentos, pero
la gran mayoría son provocados por mi angustia, por sentirme tan
vulnerable.
Diana
me dijo: “Iniciar el tratamiento, es haber recorrido la mitad del camino” eso
me hizo sentir más tranquila, aliviada y ella tenía razón.
Salimos
de la primera aplicación, era 13 de octubre, estaba haciendo un sol
resplandeciente, yo me sentía inmensamente abrumada. Llegamos
al apartamento, nos estaban esperando Samuel, Galatea y Felicia.
Empecé
a tomar líquidos, Diana se quedó toda la tarde conmigo, empezó
a llover, todo se puso oscuro, pude almorzar algo suave,
me puse una pijama y antes de las 3 de la tarde me acosté y dormí, fue
un sueño pesado, denso, nada reparador. Me
desperté casi a las 6, Andrés había regresado y estaba hablando con Diana…
Ella
me vio que estaba sentada en la cama y se me acercó a despedirse, me
dijo que la llamara en caso de cualquier eventualidad sin importar la hora, yo
la abracé y empecé a llorar… de impotencia, de desespero, pero
también de agradecimiento, ella me apretó duro entre sus brazos y me dijo “Todo
va a salir bien, yo estoy con usted, es normal sentirse triste, mejor
me voy o me pongo a llorar yo también…” y se fue llorando. Sentí
como se me rompía un trozo de mi alma.
Tuve
dos aplicaciones en noviembre y la cuarta fue en diciembre, la
rutina fue básicamente la misma cada vez, siempre estuve asustada, nunca
logré llegar tranquila, ni feliz a las aplicaciones.
Cada
día uno va conociendo a las otras personas que están en el mismo
proceso, pero yo no tenía muchos deseos de relacionarme, creo
que era todo el estrés que tenía, prefería llegar a mi
cubículo, con mis acompañantes, hacer mi proceso y salir.
Admito
que no me gustaba oír a las otras personas hablar de sus dolores o
de sus logros o sus oraciones en voz alta, aún sabiendo que es
normal querer compartir estas experiencias en las salas de espera, yo
simplemente me senté en las escaleras y me encerré en mis
pensamientos.
Odiaba
cuando la gente en diferentes lugares, quería comparar los síntomas como si estuviéramos en una
competencia.
Muchas
personas me preguntan qué se siente durante la quimioterapia, yo
solo lo puedo describir como desazón, como una horrible sensación de malestar
constante, no solo físico sino principalmente emocional. Me
sentía triste, me sentía brava, quería sentarme y me
sentaba pero rápidamente quería estar de pie o acostada y en ninguna
posición estaba cómoda.
La
primera etapa de la quimioterapia comprendió las cuatro aplicaciones que les
cuento, la de octubre, las dos de noviembre y la de diciembre.
Pasar
las fiestas de fin de año en medio de quimioterapia fue increíblemente triste, puede
que escriba un capítulo especial al respecto, más adelante, o puede que no.
Que
pasó en la segunda etapa de la quimioterapia?
Mónica
[0] Cuando los médicos se enferman (1)
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