lunes, 3 de julio de 2017

CUANDO LOS MÉDICOS SE ENFERMAN (10) QUIMIOTERAPIA Y CABELLO

CUANDO LOS MÉDICOS SE ENFERMAN (10)
QUIMIOTERAPIA Y CABELLO 



N.E. Este es el décimo post de una serie de aproximadamente quince publicaciones que estaré realizando en torno al cáncer de mama y mi experiencia como paciente y médico. El primer post lo encuentra en "Cuando los médicos se enferman (1) [0] "




Bueno,  ya les he contado  mi diagnóstico, mi plan de tratamiento y la socialización que hice de mi enfermedad.

También les conté de la alimentación y la actividad física durante el tratamiento.

En esta entrada voy a hablar de algo que puede parecer superficial,  pero que tiene mucha importancia:  El pelo durante la quimioterapia.

Desde que el Dr. Robledo me dijo que yo tenía cáncer de seno, supe que iba a ser calva por un buen periodo de tiempo.

Él me preguntó si iba a usar peluca.  Le dije que NO,  me preguntó el motivo y le dije que  yo sabía que usar peluca era una buena alternativa para muchas mujeres, pero para mí se iba a convertir en un intento de negar lo que estaba ocurriendo,  él me respondió que  era  una decisión muy personal, pero que le parecía perfecto que lo asumiera de un modo consciente.

Tomé la decisión de cortarme el cabello desde antes de ir a cita con la Dra. Franco (oncóloga), yo solía usarlo largo hasta los hombros y  color castaño oscuro.

Así que el sábado fui donde Lucho que es mi estilista, a quien  previamente le había escrito y le había dicho que quería hacerme un corte extremo.

Llegué al  salón,  que se llama Ba-gua,  es muy acogedor y con un ambiente relajado y tranquilo, soy cliente de ellos hace más de 5 años, ese día  solo estaban Lucho y Milena que  me arregla las uñas,  les mostré una foto de un corte de cabello que había seleccionado por internet y ambos hicieron cara de sorpresa,  empezaron con todo el proceso y de pronto  Lucho me dijo: “Nos va a contar a qué se debe este cambio radical?” y les conté con unas cuantas lágrimas.  Les dije  que me habían diagnosticado cáncer de seno y que iba a iniciar un proceso de quimioterapia.  

Ambos se angustiaron,  pero me tranquilizaron,  me dijeron que todo iba  a salir bien,  que ellos tenían otros clientes que habían pasado por situaciones similares,  que  no me preocupara.

Ambos fueron muy amables conmigo y mostraron un interés real en mi proceso todo el tiempo.

Ese sábado salí del salón con el cabello corto hasta las orejas y como soy crespa, me dejaron con mis rulos naturales.

El primero que me vio fue mi sobrino Kazys  y me dijo que me quedaba muy bien,  que le gustaba mucho.
En general  mi nuevo corte  sorprendió a todos, pero tuvo buenas críticas.

Yo sentí que al tomar yo misma la decisión de ese primer corte de cabello,  estaba también tomando el control de la situación.

Andrés me ayudó a buscar por internet gorros, turbantes, pañoletas y compramos  de varios colores y materiales.  De esos que compramos mis preferidos fueron unos en algodón rosado y naranja,  eran suaves y frescos. No me apretaban ni me hacían sudar.

Naty mi sobrina me regaló dos hermosos turbantes de colores espectaculares,  me costó trabajo aprender a ponerlos, pero  fueron  fundamentales cada vez que salía a la calle.

Me acostumbré a ver el cabello más corto, a sentirlo menos pesado y adicionalmente a dedicarle menos tiempo.

A los cinco días del corte de cabello fue la primera aplicación de quimioterapia.

Cuando la Dra. Sandra Ximena Franco me vio en control  a los quince días de la primera aplicación,  me preguntó por el pelo, le sorprendió que no se me hubiera caído,  me miró, hizo cuentas y dijo: “mañana se te va a caer” me pareció un poco chistoso,  como  si fuera una broma.

Al día siguiente  de modo nada chistoso se me empezó a caer el pelo a manotadas,  fue impresionante,  quedaban zonas totalmente calvas en mi cabeza y unos moños de pelo en mis manos que fueron asustadores.  Ni siquiera me peiné para evitar que ese horrible streap-tease  de mi cuero cabelludo continuara.

Inmediatamente hablé con Lucho y le conté lo que me estaba ocurriendo,  me  contestó que fuera  al salón,   me sentó en la silla y me preguntó: “quiere mirar el espejo mientras afeitamos la cabeza o prefiere no mirar?”  le  contesté que no importaba, así que con las tijeras  cortó mucho cabello y luego con la máquina terminó el proceso…  ya era oficialmente calva.

En mi bolso llevaba un gorrito y una pañoleta de mis nuevas adquisiciones,  Lucho me dijo que había estado practicando como poner esas pañoletas para que se vieran bonitas,  así que salí con un lindo tocado verde,  que me hizo sentir especial,  me tomé una foto y se la mandé a Diana diciéndole que ya tenía nuevo look.

Yo pensaba que al afeitarme la cabeza el cuero cabelludo iba a quedar liso.  Pero lo que ocurrió es que quedaron pequeños pelitos de 3 a 5 mm de largo.

Después de la segunda aplicación de quimioterapia empecé a sentir mucho ardor en el cuero cabelludo,  dolor,  zonas enrojecidas.

Me molestaba mucho,  me incomodaba.

Así que hablé con mi amiga Sandra  que estaba pendiente de todo este proceso y le conté.  Me dijo que  le preguntáramos a  la dermatologa y me consiguió cita para ese mismo día con Liliana Montero.

Liliana fue increíblemente dulce,  me revisó el cuero cabelludo,  me explicó que el dolor era  secundario a los medicamentos que me estaban aplicando y también al efecto mecánico de esos pequeños pelitos que me chuzaban.  Me recomendó una loción capilar especializada y que me pusiera paños fríos.

Cuando me apliqué la loción capilar esa noche e hice un poco de masaje, empezaron a caer cosas desde mi cabeza y pensé que tenía caspa,  pero no,  eran los trocitos de pelo que se iban soltando con la loción,  así que mejoró un poco el dolor.

Me recomendaron lavar mi cuero cabelludo con champú para bebé y eso sigo haciendo hasta hoy.

Empecé a meter mis gorros en el congelador, en una bolsa sellable,  así me los ponía  fríos y eso me encantaba,  lo hice hasta el final del tratamiento.

Un día me desesperé por el dolor en el cuero cabelludo  y me quité muchos de esos pelitos y le conté a Diana,  obviamente le preocupó que me fuera a lastimar.

Tuve una extraña relación con mi pelo todo este tiempo,  primero decidí cortarlo,  luego decidí dejarme calva,  empecé a usar gorros, pañoletas y  turbantes de modo permanente,  más adelante  empecé a quedarme sin taparme la cabeza  estando con Andrés,  luego con Cenaida,  luego  con Viena y con Diana,   de algún modo me iba apropiando de mi cabeza que era un símbolo inequívoco de mi enfermedad y mi tratamiento.

Cuando estaba en el quinto mes de quimioterapia,  empezó a aparecer un poco de cabello... más bien un poco de pelusa blanca que me cubrió la cabeza,  era  suave y delgadita,  muy lisa,  como  tiritas,  fue raro,  no lo esperaba,  pero me gustaba  tocarme la cabeza suavecita.

Poco a poco mi cabello ha ido tomando forma y dirección.  Ha salido un poco más fuerte,  en un 90% plateado, algunos cabellos castaños y  lo más impresionante es que sigue liso.

Durante todo el proceso fui a donde Lucho y Milena, ellos siguieron ayudándome con mis uñas y  pendientes de mi cuero cabelludo.  Hoy ya no está Milena,  pero Katherine me ha seguido ayudando con mis uñas.

Hace un par de semanas fui donde Lucho  y le dije que me revisara mi cabeza,  le dije que ya no iba a usar más gorros ni pañoletas y que quería tinturarlo,  sin amoniaco.

Le mostré una foto,  era un corte  muy bajito, super moderno,  con un tono plateado-lavanda.  Volvió a hacer la cara de angustia por esa nueva decisión extrema.

Así que me lo tinturó y me lo recortó un poco para darle forma,  ese día salí de Ba-gua  con el gorro en el bolso. Lucho me puso un gorro y Lucho me lo quitó ocho meses después...  no sé si él sabe lo importante que han sido esos pasos para  mi proceso... pero si no lo sabía, ahora lo sabe, porque le gusta leer este blog... 

Salí convencida de que es una nueva vida,  está naciendo un nuevo cabello, un nuevo color,  me dicen que brilla mucho bajo el sol. Aunque no quedó lavanda,  es plateado.

Mi radioterapeuta, el Dr. Gaitán,  cada vez que me ve,  me toca la cabeza y sonríe.

Para una mujer el cabello es un símbolo de vanidad, de delicadeza y de cuidado, me atrevería a asegurar que las mujeres por naturaleza no deseamos ser calvas.  Pero aprendí que para tener un nuevo cabello,  ser calva es solo un paso.

Llamé a Diana y le conté que iba para mi trabajo por primera vez  sin gorro ni pañoleta,  ella me respondió: ”que bueno, todo va a estar bien,  no tiene porqué preocuparse” y estuvo muy bien.  

Hoy fui a un control con la Dra. Sandra Ximena Franco, lo primero que me dijo fue: "me fascina tu nueva apariencia"


Lo acepto, me siento diferente,  todo ha sido un renacer.

Y los otros cuidados?


Mónica



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